Nuestra peculiar familia, sépase de una vez, es el resultado de cuanta tragicomedia nos ha tocado escenificar, muchas veces involuntariamente, en este espectáculo llamado "vida". Este blog es un altar a dichas experiencias, que quedaron convertidas en épicos relatos.
Pues bien, nuestra entrada de hoy viene compuesta por dos de esos relatos y el protagonista es, nuevamente, nuestro querido granuja del tío Gustavo y su afilada picardía.
Adelante.
Gus moribundo.
El primero ocurrió cuando nuestro tío tenía, aproximadamente, entre 18 y 20 primaveras de vida y como cualquier chavo normal de su edad, ya le interesaban las artes alcohólicas y se dedicaba a practicarlas cuando se presentara la ocasión.
La ocasión se le presentó un domingo a la tarde, terminando de jugar al fútbol, cuando decidió echarse unos tragos junto con varios amigos y conocidos para mitigar el calor (bonita tradición familiar que se extiende hasta nuestros días).
Los tragos que iniciaron al lado del campo de fut pronto se convirtieron en una peda, pero no una cualquiera, sino una que se trasladó, ni más ni menos, que a la casa de los Tovar. (Sí, los vecinos que vivieron muchos años frente a nuestra casa). Es decir, una mega peda. En palabras del tío Gustavo "Esos weyes eran unos profesionales del alcohol. Estábamos tomando cerveza, luego pulque y ya en su casa empezaron a sacar de todo; todo lo que se pueda chupar. Creo que hasta Tutsi Pop me dieron."
Como buen Macotela, Gustavo no se rajó, sin embargo, su temprana edad hizo que sucumbiera y perdiera la batalla contra el alcohol, tanto así que los vecinos lo terminaron sacando prácticamente arrastrando, según se cuenta, para llevarlo a su casa a dormir.
¿Cómo logró subir las escaleras hasta llegar a su habitación y luego a la comodidad de su cama? no está del todo claro, pero lo hizo. Tampoco está del todo claro qué tantos líquidos le suministraron sus hermanas, Margara y Natalia para bajarle la borrachera, pero se sabe que incluyeron varios vasos de café y agua con alka-seltzer, hasta que concilió el sueño.
Parecía que la noche iba a ser tranquila hasta que alguien fue nuevamente a llamar a Margarita para que subiera a ver a Gustavo, pues se había puesto mal. Al subir al cuarto de su hermano (recordemos que en esa época la mayoría de los 11 hermanos aún vivía en la casa), Margara vio que ahí estaban su mamá la Jechu y Natalia con caras por demás preocupadas. La abuela incluso lloraba desesperada y le decía que su hermano se iba a morir. Le dijo algo así como "tu hermano está muy malo, está delirando, ya hasta quiere que lo llevemos al Rancho". Y efectivamente, cuando se acercó más a la cama del moribundo, lo encontró gimiendo, quejándose. ¿Se habría puesto tan mal su hermano como para dar instrucciones de que lo trasladaran a Hidalgo a ver el terreno del Rancho, por última ocasión, antes de dejar este vil mundo? ¿Eran los dioses tan crueles?
Margara se inclinó acercando su cara a la de su hermano para que éste le repitiera qué es lo que necesitaba, cuál era su última voluntad... a lo que el tío Gus, mortecino, sin abrir nunca los ojos separó los labios y le dijo:
"Quiero miar... bolíto!"
De inmediato y aún estupefacta, escuchó a la Jechu decirle contrariada "¿ya ves? quiere que lo llevemos a ver a su arbolíto al Rancho". A lo que Margara respondió "No, mamá, lo que quiere es orinar!"
La historia cuenta que después de ayudarlo, como pudieron, a incorporarse, llevarlo al baño de la tía Natalia (por ser el más cercano), ver cómo descargaba su vejiga en el lavamanos, en lugar del inodoro mientras Natalia huía de la escena escandalizada y llevarlo nuevamente a su cama a descansar, el buen tío Gustavo durmió como bebé hasta el día siguiente.
Al final, por esta vez, la preocupación de la abuela quedó sólo en anécdota gracias al buen tino de Margara de juntarse desde temprana edad con gañanes de todo tipo y conocer de albures mejor que su mamá y su hermana mayor.
Fin.
Gus porno.
El segundo relato, es mucho más actual, de hace algunos meses. Con un tío Gustavo ya en la etapa de esposo y padre comprensivo, es decir, la etapa más madura de su vida... o eso se suponía, hasta que ocurrió la siguiente historia.
Casualmente sucedió en el Rancho y es que no sabemos por qué razón se le da tan bien este lugar al tío Gus pero así es y hay que hacernos a la idea.
Estaba tomando el tío unos días de descanso en dicho paraje junto con algunos miembros de su parentela y familia política, incluyendo a una cuñada (quien pidió el anonimato para evitar el escarnio social). Se encontraban echando un vistazo a la naturaleza del lugar, que consiste en árboles frutales, cactáceas, algunas flores llamativas, etc. cuando, de pronto, se posó cerca de ellos un pájaro. Una bonita ave endémica de pecho rojo que quizá se trataba de un mosquero cardenalito, bastante común de ver por la zona.
Al ver a tan peculiar espécimen, la cuñada le comentó "mira qué bonito pajarito, ¿cómo se llama?" (obviamente, buscaba información sobre a qué especie pertenecía dicha ave). Pregunta que al jocoso tío Gustavo se le ocurrió responder diciendo "es el pájaro quema-mais".
No se necesitaba haberse criado en Jesús Carranza o la esquina del Eje 1 y Tepito, para darse cuenta de la tomada de pelo del tío Gus, pero al parecer su cuñada era más inocente que Ale y Tete a los 7 años creyéndole a su mamá que su papá se había ido a salvar vidas a los Estados Unidos, pues ni se enteró. Y ahí quedó la broma.
Al menos eso fue lo que pensaba el tío Gustavo, ya que días después, ya de regreso en la ciudad, durante una reunión social, el esposo de la mencionada cuñada se le acercó para reclamarle algo como "oye mi Gus ¿cómo está eso de que en el Rancho le enseñaste a mi esposa el pájaro quema-mais?".
Divertido, el tío Gustavo estaba a punto de responderle al susodicho, para aclararle la situación y evitar un probable conato de bronca (los Navarro suelen ser impredecibles), cuando la cuñada se le adelantó y a la pregunta del marido le agregó un "sí, ¿verdad que está bien bonito, Gus?".
Ante tal demostración de desconocimiento del albur por parte de la señora, a Gustavo solo le quedó cagarse de la risa junto con los demás hombres que obviamente entendían la broma (Navarros, al fin y al cabo) y al final terminaron explicándole el chiste a la cuñada y destapando otra cerveza.
Brindaron en honor al hecho de que si existía una cuñada casada y con hijos, que no supiera qué era el "pájaro quema-mais", el mundo aún tenía esperanza... o quién sabe, la verdad es que la moraleja de la historia se perdió por la tremenda peda que también en ese día se pusieron.
Fin.
-Tiberio.