Y de pronto, nuestra familia cambió.
Bienvenidos nuevamente al blog de la familia Macotela, apreciados lectores. Disculparán la poca constancia en el mismo. Ya fue hace más de un año cuando escribí lo último y la verdad no era para menos pues aunque he recopilado varias anécdotas familiares muy buenas, no hallaba el humor ni la fuerza para escribirlas desde que falleció nuestra, muy querida, tía María.
María de los Ángeles Macotela Camacho, nació el 23 de marzo de 1949 y falleció el 29 de julio del 2020.
Es difícil escribir este post porque me parece que aún no me hago a la idea de que mi tía ya no está entre nosotros. El aislamiento social (obligatorio durante esta eterna pandemia) contribuye a esa sensación sin duda, sin embargo, es necesario brindarle en este espacio un pequeño pero sincero homenaje ya que el show no puede continuar sin hacerlo.
El dolor en la familia es general y comprensible, eso pasa cuando, tan repentinamente, un miembro tan importante y querido nos deja. Nuestro amigo Betanzos me lo ilustró muy claramente "es una pérdida irreparable porque era un pilar en su estructura familiar tan unida que tienen". Tiene toda la razón.
No es la primera vez que sufrimos una pérdida (¿qué familia en el mundo podría presumir eso?) pero llevábamos muchos años sin una tan grande, tan cercana y tan fuerte pues la última vez que nos pasó algo así, algunos éramos bastante jóvenes; nos recuperábamos más rápido de la tristeza. Supongo que es el precio de ser adulto y cada vez mayor. También es especialmente relevante este luto, pues ella fue la primera de los once tíos que se va.
Nos rompió el corazón y lloramos hasta quedarnos sin lágrimas. Tal cual. Pero como me dijo el buen Dylan, en el sepelio: hay que ser fuertes y recordarla con una sonrisa, ella lo hubiera querido así.
En una inmensidad de mundo, es difícil ser memorable y aunque todos lo seremos en mayor o menor medida, algunos lo serán por las buenas razones y otros, claro, lo seremos por otras no necesariamente tan buenas. Pero la forma de Mariquita fue volverse memorable por ser una excelente persona.
Me parece que ella representaba muy bien lo que son los valores de esta familia y aunque siempre la molestábamos con cosas absurdas como su genial apodo de juventud: "Pólvora" o que normalmente terminaba sacando el barrio (y vaya que tenía un carácter muy fuerte cuando se enojaba) la verdad es que siempre fue muy respetuosa y congruente pero sin dejar de lado las bromas. Muchos chistes, ella nos los enseñó, mucho casque, ella lo provocó. Me queda la sensación de que disfrutó la vida plenamente. Amó y fue muy amada. Cuidó a hijos, nietos y hasta bisnietos con el mismo fervor. Viajó mucho. Repartió mucho cariño y momentos felices, imborrables, incontables.
Una gran señora que siempre estuvo presente. Su costumbre, casi llevada a culto, de no faltar a ninguna reunión familiar la convierten en eso, en eterna. Casi no se puede recordar evento o fiesta en el que no estuviera ella. Si mentalmente nos remontáramos a alguna posada o reunión Macotela, en algún momento, al voltear a un lado, invariablemente la veremos, sentada al lado de nosotros y nunca apartada o en una esquina, no, para nada, siempre en primera fila. La primera en llegar y apartar lugar de honor. Ahora no se sabe cómo pueden ser las reuniones sin ella, la pandemia no nos ha permitido descubrirlo. Pero sin duda nos hará mucha falta.
Sin embargo, debemos saber que "muerto" no significa "que se ha ido"; mi tía María no se fue. Se queda en todos los momentos en que la pensemos. Recordaremos que mi tía fue la que se le escapaba a la abuela Jechu para ponerse pantalones y subirse a las motos de sus amigos; la que jugó canicas, trompo, balero, tacón, futbol, etc, junto a sus hermanos; la que se iba colgando de los camiones con tal de llegar a algún lado; la que fue peleonera en su juventud; la que cuando sus hijos eran críos, jugaba junto con ellos en el patio de su edificio; la que en su foto de boda parece estrella de Hollywood; la que le enseñó a andar en patines a Dylan; la que le enseñó a bailar a Edgar; la que silenciaba a Selene con un "cállate babosa" cada domingo mientras comíamos; la que jugaba volibol echándole todas las ganas; la inseparable compañera de viajes de Natalia; la que le gustaba cantar temas tanto de la época del rock junto a Kchín, de Enrique Guzmán con Cata o incluso la de "chilanga banda" con el Pechugas; la que le compraba calcetines de regalo cada año a Ale; la que se sentaba en las fiestas junto a Margara para viborear los atuendos de las demás; la que se aventaba a las piñatas junto con sus nietos para juntar más dulces; la que sentada en la cocina de Gaby platicaba horas y horas con ella y Nata mientras tomaban rompope de piñón; la que sobaba los pies de la tía Pipol con los suyos propios para ayudarla a dormir; la que se paraba a bailar el "bule bule"; la que siempre le pedía "Stormy" a Los Desfasados; la que no dejaba que le pegaran a Ashby y si la regañaban la consolaba; la que no se olvidaba del regalo en los cumpleaños de Lissy; la que junto con Margara preparaban las mejores quesadillas del rumbo; la que llegaba los domingos a la casa Macotela con su carrito de gelatinas; la que cuando le quitaron piojos a Selma decía que le espulgaran las cejas también; la que me sujetó tan fuerte que no pude zafarme para ir a corretear a un ladrón mototaxista; la que no se cansaba los domingos de gritar "Ashby!" y luego lo cambió por "Taiyari!"; la que en los conflictos familiares siempre fue la más coherente y objetiva de todos; la que en su cumple 70 bailó con todos sus hermanos y al mariachi le pidió insistentemente "la Bikina". Todo eso y cientos de cosas más fue "Mariquita". Inolvidable.
Descansa en paz, tía querida.
Su partida nos pega como bofetada y nos regresa a la realidad y al más grande de los clichés: qué frágiles somos y qué tan rápido se va la vida. Y ante esto, es inevitable ponernos a pensar que la familia que tanto queremos y conformada por tantos miembros, se puede convertir en nuestra mayor debilidad cuando nos empiecen a dejar. ¿Es la ley de la vida?; sí. ¿Hay algo que podamos hacer para evitarlo?; tal vez: intentar ser valientes ante la muerte. Vivir la vida intensamente y especialmente como familia, cada vez que nos juntemos, tratar de hacerlo memorable. De igual forma, dejarle en claro a las personas cuánto las queremos; dar ese beso que nos faltó, dar ese abrazo que nunca dimos. No arrepintiéndonos de nada o por el "qué dirán". Eso sí, responsablemente y respetando a los demás, no buscando problemas, ya que es la única forma de poder dormir tranquilo por las noches.
Tal vez así, en el momento en que nos topemos con ella, podamos ver a la muerte de frente, tranquilos por haber vivido plenamente. Tengamos presente que algún día vamos a morir, pero los demás días no. Y mientras tanto ¿Qué le decimos al dios de la muerte?.- HOY NO.
-Tt.